La ciudad de Nueva York, conocida como la ciudad de los rascacielos, ha implementado una medida de calificación a todos aquellos edificios que hacen parte de su territorio, medida la cual, registra el nivel de contaminación que estos presentan, bien sea por consumo energético excesivo, uso de calefacciones y termostatos que producen carbono y gases de efecto invernadero, entre otras características en las que se basan los expertos para poder brindar una calificación que ronda desde la A hasta la F, siendo A la mejor.

 

El panorama no es muy prometedor, ya que la mitad de los edificios estudiados obtuvieron calificaciones entre D y F, las peores calificaciones posibles. Estos resultados son publicados por la organización y gobierno para que sean visibles públicamente, medida que a muchos no gustó porque indican que dejan mal visto la reputación del edificio y, por ende, sería menor los ingresos que podrían entrar debido a las rentas, aumento de servicios, etc.

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Tras una década de estudios dentro de la ciudad de Nueva York, se mostró que desde el 2010, las emisiones contaminantes de las propiedades dentro del estudio se redujeron significativamente en un 22,6%, cifra a tener en cuenta para una ciudad como lo es Nueva York. Debido a los resultados y a la clasificación de los edificios, los propietarios optaron por una medida más sana y que ayude al medio ambiente desde cambios del edificio, como lo pueden ser las calefacciones o una fuente de luz más ahorrativa.

 

A comparación con algunos estados de EE. UU., en Canadá se implementó la misma medida con la leve diferencia de que los resultados no se hacen públicos, sino que hacen parte de la oficina gubernamental, aunque, para el año 2023 se espera que se hagan públicos y que se tengan en cuenta edificios de más de 50000 pies cuadrados, ya que por ahora la normativa solo acoge a aquellos que tienen un área superior a los 100000 pies cuadrados.

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​Conclusiones:

Estos estudios aparte de brindar información útil para manejar la problemática socioambiental que se vive ahora mismo en la tierra, también ayuda a que se regulen ciertos tipos de contaminación de procedencia que no se pensaría, que es desde los edificios que son unos grandes emisores de gases contaminantes y de gasto innecesario de servicios públicos, tales como el agua, la luz y el gas.

 

Es una lastima que se tenga que recurrir a clasificaciones despectivas para que propietarios de edificios que contaminan en una medida muy grande, tomen medidas preventivas antes de que la gente piense mal de su edificio y deje de ser rentable para el dueño; así somos los seres humanos, sucumbimos ante la presión social y hasta que no haya una mala calificación encima nuestro, no somos capaces de generar un cambio por mano propia.